Retrato del doctor Mariano Castex
Nació el 10 de abril de 1886 en Buenos Aires; sus padres, Mariano y Susana Torres, se esmeraron en proporcionarle una educación refinada y exquisita. El doctor Mariano Castex creció en un hogar donde la cultura ocupaba un lugar de privilegio. Fue un buen pianista y un hombre versado en humanidades que estudió Medicina y se graduó, sin tener que afrontar estrecheces económicas ni dificultades adicionales, en 1908. Su tesis de graduación versó sobre "La oftalmo-reacción a la tuberculina, procedimiento de Calmette".
Luego de un breve período de docencia en el Colegio Mariano Moreno, donde dictó Fisiología e Higiene, viajó a Europa. En París asistió a la clínica del profesor Fernando Widal; en Berlín estudió con el doctor Friedrich Kraus; y en Heldelberg, con Ludolf Krehl. A su regreso fue nombrado profesor suplente de la Cátedra de Clínica Médica, para asumir poco después, cuando en 1918 falleció el doctor Abel Ayerza, la titularidad que desempeñaría durante veintinueve años, hasta su renuncia en 1947. Ocupó numerosos cargos, y en todos ellos desplegó una actividad intensa y original. En 1926 ya lo habían distinguido con el sitial número 24 de la Academia Nacional de Medicina (fue electo el 10 de noviembre de ese año, y la presidiría en tres oportunidades, para ser designado finalmente Presidente de Honor en 1959). También presidió la Asociación Médica Argentina, fue rector de la Universidad de Buenos Aires en 1931 y Director del Instituto de Investigaciones Físicas y Aplicadas a la Patología Humana (1939). También fundó la Sociedad de Medicina Interna de Buenos Aires y participó de la creación de la Universidad Católica Argentina.
Enrique García Velloso, Mariano Castex y Horacio Rivarola, en una significativa estampa de su tiempo. (A.G.N.)
Hasta el final de su vida (el doctor Mariano Castex falleció el 30 de julio de 1968) atendió a sus pacientes en el consultorio particular. Casado con Clara Ocampo Alvear, fue padre de siete hijos. Pero ese nombre famoso a nivel mundial, miembro de numerosas instituciones científicas nacionales y extranjeras, autor de centenares de trabajos y monografías que le significaron importantes premios y distinciones sumamente apetecidas por sus colegas locales y de otras latitudes, ese hombre que recibió diplomas de doctor honoris causa de las universidades de Berlín, Atenas, La Paz, Oxford y París, entre otras, todos los días viajaba al hospital en colectivo. El detalle, evocado por una de sus hijas, retrata de manera cabal al hombre culto y sensible, al gran médico enriquecido con una sólida formación humanística, que mantiene ciertos hábitos pese a la notoriedad pública y el merecido reconocimiento.
Mariano Castex observa una demostración del ingeniero Ducloux. (A.G.N.)
Para el doctor Castex la cultura era una totalidad que se integraba mediante diversas expresiones. Quien realizara aportes científicos originales como señalar el significado del desdoblamiento de los ruidos del corazón en los bloqueos de rama, el fenómeno neurológico labioglosofaríngeo en el síndrome parkinsoniano conocido como signo de Castex, el origen ampolloso-cicatrizal del hemoneumotórax espontáneo no tuberculoso, las púrpuras de origen neurológico y la infección focal señaladas por su discípulo Egidio Mazzei, amaba a la música y era frecuente verlo con sus hijos en un concierto, o en las funciones de zarzuelas que traían a Buenos Aires las principales compañías españolas.
Rodeado por los discípulos que fueran jefes de Clínica de su Cátedra. 1938.
Con idéntico entusiasmo disfrutaba del teatro y recitaba de memoria estrofas enteras de Fedra, de Racine. Amante de la cultura francesa, poco después de la Segunda Guerra Mundial viajó a París, invitado a participar de un homenaje al doctor Luis Pasteur. Pudo comprobar entonces los horrores derivados de la contienda y las duras condiciones de la vida cotidiana, pero el encuentro con los científicos y la frecuentación de los ámbitos académicos compensaron todo sacrificio. Autor prolífico, erudito y políglota, uno de sus recuerdos más preciados era un libro que le obsequiara el poeta Rubén Darío, quien fue el fundador del modernismo, cuando residía en Buenos Aires y escribía para el diario La Nación.
Fuente: ROEMMERS. 90 años junto a la medicina argentina. TOER EDICIONES.